domingo, 26 de junio de 2011

Corpus Christis


Se remonta al resurgir de las devociones eucarísticas, a partir de 1110 en Francia y sobre todo en Lieja (Bélgica). Más proximamente está relacionada con las revelaciones de las beata Juliana de Rétine en Lieja allá entre 1193 a 1258. El obispo de Lieja situó la fiesta en honor del “Corpus Domini” el jueves despues de la octava de Trinidad y la celebro por vez primera en 1246. El papa Urbano IV, en conexión con el milagro de Orvieto en torno a la eucaristía, instituyó esta fiesta para toda la Iglesia el 11 de agosto de 1264. Pero fué con Clemente V cuando la fiesta se difundió con más rapidez a toda la Iglesia.
El misal romano de 1570 denomina esta fiesta “del Santísimo Cuerpo de Cristo”. El misal de 1970 la denomima “solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo”. De este modo se completa la realidad integral del sacramento de la ecucaristía y queda asumido el contenido de la suprimidad fiesta de la preciosísima Sangre de Cristo, que se celebraba el 1 de Julio.
Así pues esta fiesta conmemora la institución de la Santa Eucaristía el Jueves Santo con el fin de tributarle a la Eucaristía un culto público y solemne de adoración, amor y gratitud. Por eso se celebraba el jueves después del domingo de la Santísima Trinidad. En otros países la solemnidad se celebra el domingo después del domingo de la Santísima Trinidad.
En cuanto a la proceción del Corpus, ninguno de los decretos habla de la procesión con el Santísimo como un aspecto de la celebración. Sin embargo estas procesiones fueron dotadas de indulgencias por los Papas Martín V y Eugenio IV y se hicieron bastante comunes en a partir del siglo XIV.
El Concilio de Trento declara que muy piadosa y religiosamente fue introducida en la Iglesia de Dios la costumbre, que todos los años, determinado día festivo, se celebre este excelso y venerable sacramento con singular veneración y solemnidad, y reverente y honoríficamente sea llevado en procesión por las calles y lugares públicos. En esto los cristianos atestiguan su gratitud y recuerdo por tan inefable y verdaderamente divino beneficio, por el que se hace nuevamente presente la victoria y triunfo de la muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Juan Pablo II ha exhortado a que se renueve la costumbre de honrar a Jesús en este día llevándolo en solemnes procesiones.

Bibliografia:
  • La celebración en la Iglesia III. Dionisio Borobio
  • IGMR (Instrucción General del Misal Romano)
  • www.corazones.org

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