domingo, 25 de septiembre de 2011

XXVI Domingo del Tiempo Ordinario

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a ancianos del pueblo:
- «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña.” El le contestó: “No quiero.” Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: “Voy, señor. ” Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?»
Contestaron:
- «El primero.»
Jesús les dijo:
- «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis.»
Palabra de Dios.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Liturgia de la Palabra: La aclamación

Ya que por su naturaleza la celebración de la Misa tiene carácter “comunitario”, los diálogos entre el celebrante y los fieles congregados, así como las aclamaciones, tienen una gran importancia, puesto que no son sólo señales exteriores de una celebración común, sino que fomentan y realizan la comunión entre el sacerdote y el pueblo.
Las aclamaciones y las respuestas de los fieles a los saludos del sacerdote y a las oraciones constituyen el grado de participación activa que deben observar los fieles congregados en cualquier forma de Misa, para que se exprese claramente y se promueva como acción de toda la comunidad.
Después de cada lectura, el lector propone una aclamación; ”Palabra de Dios”, con cuya respuesta el pueblo congregado tributa honor a la Palabra de Dios recibida con fe y con ánimo agradecido, “Te alabamos Señor”.
Esta conclusión tiene como finalidad la de ser aclamación gozosa, creyente y de veneración agradecida a la  Palabra. Así pues quede empobrecido y desvirtuado cuando el lector en vez de decir "Palabra de Dios", dice; "Es palabra de Dios". Esto es incorrecto ya que en este momento no se trata de informar sino de afirmar y proclamar, provocando la respuesta del pueblo. Cuando esa respuesta es cantada, tiene mucha mayor fuerza.
Amonesta el Apóstol a los fieles que se reúnen esperando unidos la venida de su Señor, que canten todos juntos salmos, himnos y cánticos inspirados (cfr. Col 3,16). Pues el canto es signo de la exultación del corazón (cfr. Hch 2, 46). De ahí que San Agustín dice con razón: “Cantar es propio del que ama”,[48] mientras que ya de tiempos muy antiguos viene el proverbio: “Quien canta bien, ora dos veces”..

XXV Domingo del tiempo ordinario

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 20, 1-16

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:

El Reino de los Cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido." Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: "¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?" Le respondieron: "Nadie nos ha contratado." Él les dijo: "Id también vosotros a mi viña."

Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: "Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros." Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: "Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno." Él replicó a uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?" Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.

Palabra del Señor.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

El Dolor

En estas semanas me he parado en una pregunta, de las llamadas existenciales por muchos, y que no es otra que la del dolor; ¿porqué el dolor?, ¿tiene sentido el dolor?, ¿porqué Dios permite el dolor?... como estas hay infinidades de preguntas sobre el dolor y todos con un sinfín de respuestas desde las mas sencillas hasta las más doctas.

Pues francamente dentro de mi ignorancia yo no tengo respuesta alguna para la pregunta del dolor, lo único que sí sé es que sin ÉL y sin la oración no hay manera de llevar esa cruz que nos toca de cargar en determinados momentos de nuestras vidas.
Para mí esta situación de careo con el dolor/sufrimiento es como la de devolverle mi agradecimiento por todo lo que sufrió y padeció por salvarme. Es el momento de decirle ahí tienes
mi dolor, que no es comparable al que TU sufristes por mi salvación y te lo entrego a TÍ y así como TU se lo entregastes el Padre por nuestra salvación, por el perdón de nuestros pecados, así también yo te lo entrego a TÍ por todos aquellos que no te conocen.

Hay una antífona en la hora de Nona de la Liturgia de la horas, y de la que a un buen amigo mío le gusta mucho de recordarnosla que dice: “Dichoso el hombre a quien corrige Dios, porque el hiere y venda la herida”.

Esta claro que la única manera de asimilar y comprender el sentido del dolor/sufrimiento no es otro que desde el AMOR. Cada uno, en nuestro sufrimiento nos unimos al sufrimiento de Cristo y así este sufrimiento lo trasnformamos en fuente de vida. El dolor y el sufrimiento son la puerta para encontrarnos con Cristo.