viernes, 16 de septiembre de 2011

Liturgia de la Palabra: La aclamación

Ya que por su naturaleza la celebración de la Misa tiene carácter “comunitario”, los diálogos entre el celebrante y los fieles congregados, así como las aclamaciones, tienen una gran importancia, puesto que no son sólo señales exteriores de una celebración común, sino que fomentan y realizan la comunión entre el sacerdote y el pueblo.
Las aclamaciones y las respuestas de los fieles a los saludos del sacerdote y a las oraciones constituyen el grado de participación activa que deben observar los fieles congregados en cualquier forma de Misa, para que se exprese claramente y se promueva como acción de toda la comunidad.
Después de cada lectura, el lector propone una aclamación; ”Palabra de Dios”, con cuya respuesta el pueblo congregado tributa honor a la Palabra de Dios recibida con fe y con ánimo agradecido, “Te alabamos Señor”.
Esta conclusión tiene como finalidad la de ser aclamación gozosa, creyente y de veneración agradecida a la  Palabra. Así pues quede empobrecido y desvirtuado cuando el lector en vez de decir "Palabra de Dios", dice; "Es palabra de Dios". Esto es incorrecto ya que en este momento no se trata de informar sino de afirmar y proclamar, provocando la respuesta del pueblo. Cuando esa respuesta es cantada, tiene mucha mayor fuerza.
Amonesta el Apóstol a los fieles que se reúnen esperando unidos la venida de su Señor, que canten todos juntos salmos, himnos y cánticos inspirados (cfr. Col 3,16). Pues el canto es signo de la exultación del corazón (cfr. Hch 2, 46). De ahí que San Agustín dice con razón: “Cantar es propio del que ama”,[48] mientras que ya de tiempos muy antiguos viene el proverbio: “Quien canta bien, ora dos veces”..

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